lunes, 14 de diciembre de 2009

Hopenhague: un alto a Kyoto.

Por Bicario Texeiro 






   Ya se escuchó un grito de alerta en Copenhague. Los países emergentes africanos, dispuestos a cuidar los pocos recursos que les dejó la colonización europea--y buscando que se les pague la indemnización por daños climáticos provocados por el primer mundo--, se alzaron de la mesa de dialogo (al escribir este artículo creo que ya volvieron a sentarse), y pusieron un alto en el camino para el tratado de Kyoto, característico y polémico porque en él los países desarrollados estamparon su firma y salvaron el culo: no se les exige mucho ni se comprometen a tanto.
   Álvaro Uribe, presidente de un país clave en el problema del calentamiento global--no porque los páramos se acaben, sino porque acá hay mucha agua y mucha selva--, decidió irse a Cophenhague con el argumento fresco de la dosis personal y de el CO2 producido por el negocio de la droga. Su auditorio, esperamos, lo condenará por falso. Desde Colombia las voces que se escuchan dicen cosas, pero el país--y el resto de Latinoamérica--no tiene posición clara frente al problema, y menos va a tenerla en un futuro.
   O al menos una propuesta seria de verdad, nada de tanteos débiles ni decisiones que lo único que arreglan es el bolsillo de sus promotores. Por esa misma razón apoyo el levantamiento que hicieron los países africanos: si no se cambian las condiciones del juego, vamos a seguir ebrios en el mismo casino, donde viene perdiendo el planeta a montones. Hay que ser drásticos porque el problema lo es con todos nosotros. Los continentes asediados por el cambio climático tienen por misión transformar las condiciones del tratado de Kyoto; si se sale de Copenhague con las manos vacías, sin cambios en este sentido, no se habrá hecho nada.
    Obama y la Unión Europea piensan ceder lo necesario para no afectar la recuperación de la crisis, pero no va a ser suficiente. Las cosas empeorarán. No hay todavía la voluntad desesperada del hombre, sino que en el camino a la catástrofe, apenas vamos en el punto donde todavía reímos y ufanamos. Latinoamérica podría ser un líder en este tipo de transformaciones, pero su poder económico es una traba. La única salida que daría una voltereta a todo sería la legalización de las drogas, hecho que pondría al continente a liderar un proceso mundial y que, con la pericia y la técnica adecuadas, podría desembocar en un desarrollo potencial para los países emergentes de habla hispana.
   ¿Se imaginan que Latinoamérica fuera el continente que produjera, controlara y negociara con las drogas legales en el mundo? Si se hace legal acá podría ejercerse una presión para que lo sea allá, donde los consumidores y los mercados empezarían a ser atractivos para el ámbito jurídico, ya que exigirían productos que tuvieran controles de calidad aprobados por especialistas. De pasó podríamos hablar más seriamente de calentamiento global, pero con equidad y menos combate mortal.
   Desde que vi las piezas de Greenpeace donde aparecen los líderes de estado ancianos no he parado de pensar que esa podría ser la verdad. Tengo miedo, pero el terror aun no llega. Vendrá después. Se le unirán guerras, destrucción, violencia. Y cuando ese terror ya este aquí, ya no serán muy necesarios los Live 8 o los Kyoto o los Hopenhague, sino que tendremos que unirnos como no lo hicimos cuando en nuestras manos estuvo salvar el mundo.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

San Parce, patrón de las neuronas perdidas

Equipo The Journindie








Nombre del santo: San Parce

También conocido cómo: El patrón de las neuronas perdidas

Nombre original: Todd Potter

Fecha de nacimiento y muerte: 1960-1980

Última vez que lo vieron: Venice Beach, California, USA

Santidad: Canonizado como San Parce en el 2004 por el papa Juan Pablo II gracias a su mente constantemente activa, su falta de rumbo y por la total carencia de ambición.

Perfil: Todd era un niño que amaba salir de viaje. A los 17, los amigos de su hermano mayor lo introdujeron al porro, la cerveza y el rock de Led Zeppelin: todo en medio del pizquero que se concentraba en el sótano de su propia casa. Pronto se convertiría en un promulgador de tríos y en un profesor de gospel para gente de mente abierta que tuviera bong y mota. Tood se sintió elevado la última vez por la santidad verde el 18 de junio de 1998, rodeado por sus lámparas blancas y los afiches apocalípticos que lo caracterizaban. Su muerte fue una carburada. Olvidó apagar el horno después de prepararse unos deliciosos brownies de la risa.






Información tomada del libro Saint Misbehavin, escrito por Ron Kanfi y editado por Running Press. 


lunes, 30 de noviembre de 2009

Vuelvo al Sur

Por Lucrecia Lautaro 



   Hace algunos años soñaba con largarme de Colombia y cumplir la profecía de Simón Bolívar: "la única cosa que se puede hacer en América es emigrar". Y aunque mi alargada sobre el ideal final del libertador se  realizó poco a poco, lo que quiero contarles hoy es una reflexión a posteriori de esas cruzadas por Europa y Norte América, donde aprendí que para hacer bien el amor hay que venir al sur. 
   O volver al sur, regresar a él como vuelve un libro clave a las manos de un lector enclave, como regresa la música, cíclica, al corazón del nostálgico que ve sus épocas sobre los ritmos y sonidos. Mi condición de Latinoamericana, en un principio, se apresuraba por criticar la tripleta mortal que sacude a nuestro continente desde hace años: miseria, pobreza y violencia. ¿Qué hacía? Pues citar informaciones, autores, organizar argumentos y ser mala leche con todo aquel infortunado que se me atravesara en el camino a platicar de nuestra tierra. Para mí sencillamente Sur América fomentaba la violencia, la ignorancia y la pobreza en el mundo. Pensaba que nuestros aportes no iban más allá de los rasgos culturales típicos, una que otra luz de literatura genial y algún científico que ya no vive acá. Y claro, el fútbol, deporte que en los 90 fue la antorcha de optimismo que veía Colombia entre bala y sangre.
   Cuando decidí irme, justo antes de llegar al aeropuerto, compré un libro clave para la gente de mi generación: Los detectives salvajes. En el avión que me llevaría hasta Londres, con dos whiskys y una cerveza en la cabeza, leía casi por completo el voluptuoso libro de Bolaño. Y entendí, fatalmente, que todo lo que había pensado era mi continente, todo lo que creía podía sacarlo de la bosta y todo lo que yo aseguraba podía llevarlo a ser el mejor vividero del mundo, se iba por un tubo de pesimismo y vanguardismo desgastados. El fuego fue la palabra que me mostró descarnadamente el ridículo y la angustia de los artistas latinoamericanos, el ansia y el egoísmo de los empresarios escapistas, la cara tonta de los líderes románticos y patéticos,  el lado blando de de los villanos descarnados y pretensiosos, y la felicidad pretendida de los  pueblo andinos y del cono sur, que entre tango, montañas y superchería, iban entrando al siglo 21 con pisadas de animal bicho.
   En la capital de Inglaterra todo fue diferente. Veía cada dos semanas algún grupo favorito en concierto. Hacía dinero para mantenerme, viajar y estudiar, lo que significaba no tener tiempo para nada, pero no por estar siempre tratando de sobrevivir--como pasa en Latinoamérica--, sino porque mi vida la aprovechaba al cien por ciento y no había nada que temer ni que perder. Tuve amores increíbles, fatigosos trabajos, geniales maestros, rumbas inagotables, viajes fantásticos y ganas de no volver nunca más a pisar Latinoamérica. Pero nada fue suficiente. Viví dos años en Londres, tres en Barcelona y uno en New York, de donde regresé después de mucho ir y venir a mi tierra natal. En medio de todo ese periplo internacional hubo 3 cosas que llegaron en momentos diferentes y me hicieron llorar, reír y querer otra vez a esta tierra de cordilleras infinitas y de español mestizo.
   La primera fue un poema. Un amigo que trabajaba en una tienda de libros me regaló una antología de Borges, y yo en una tarde me leí con lentitud y meditación cada frase del argentino. Fue 1964 el poema que me hizo llorar durante meses, revolcada sobre las cenizas de mi pasado, y logró convencerme que en esa tierra de la que yo tanto había tratado de desligarme estaba mi verdadero centro. Citaré de ese mismo libro el verso que me estremeció con la magia y la furia con que Latinoamérica seduce al resto del orbe.

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
Un instante cualquiera es más profundo
Y diverso que el mar. La vida es corta
Y aunque las horas son tan largas, una
Oscura maravilla nos acecha,
La muerte, ese otro mar, esa otra flecha,
Que nos libra del sol y de la luna
Y del amor. La dicha que me diste
Y me quitaste debe ser borrada;
Lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el gozo de estar triste,
Esa vana costumbre que me inclina
Al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.


   Todo latinoamericano que ha leído esa frase fuera del continente imagina el Sur, su puerta, su esquina.  Cada uno tiene la suya. En mi caso personal me hizo conciencia sobre lo extraño y bello que era mi lugar de origen. Porque lo vi, y aunque lo había recordado miles de veces, la imagen del verso era más poderosa que cualquier recuerdo volátil, y generaba en mis entrañas un revuelco lleno de llantos y penas, y después sentía un vacío, justo cuando cerraba el libro: era abismo, abismo puro que estaba esperándome ahí desde que actué siguiendo la premisa de Bolívar sobre que en ese Sur, en esa puerta, en esa esquina, sólo está permitido no volver.
   Lo segundo fue una canción. Vuelvo Al Sur interpretada por Caetano Veloso. Vivía yo en Barcelona, estaba de marcha con unos amiguetes y unas parceras de hace rato, y nos dio por entrar a un bar de tango  y música brasilera. Tequila, cañitas, caipirinha, baile. Yo no siquiera me acordaba de que al otro lado había alguien esperándome, allá, tras las nubes del "tiempo abierto" y "su después". Y cuando me estaba disponiendo a cantar  la  que  pusieran, sonó esta, y carajo, yo era la única latinoamericana de allí y lloré, recordé la puerta, la esquina, volví a percibir el aire tibio de Colombia, su gente fogosa y enérgica, el agua cristalina, los mares, las palabras, y lo vi todo de nuevo y tuve que irme a mi apartamento en Barcelona acompañada de un amigo con el que tiraría esa noche para no suicidarme. Vuelvo Al Sur como se vuelve siempre al amor.
   Pasaría un año y me largué a vivir a New York con Rafael, ese amante barcelonés--ahora somos amigos--con el que me tiré la noche que Caetano me puso el origen sobre el ombligo. Conseguí trabajo de reportera y nos acomodamos en un apartamento sobrio, relajado, y pasamos allí buenas noches y pésimos días. El peor día fue el penúltimo, cuando una amiga me llamó desde Cartagena a preguntar por mi vida mientras yo tecleaba y perdía pelo escribiendo para una página web. Ah, y era invierno. Un frío atroz me calaba los huesos y el cerebro cada noche, hasta que hubo un muerto. Abrí el correo en la mañana--la del último día-- y ahí estaba la noticia, el ciclo cerrado de mi indignación: Roberto Bolaño había fallecido. Mi periplo buscando explicaciones había cerrado su primer ciclo: debía regresar para encontrarme de nuevo, luego la vida se encargaría de todo como lo había hecho hasta ahora.
    En Colombia lo primero que encontré fue un clima rarísimo--era el mismo de siempre, pero ya habían pasado 6 años--, y saludé cada mañana al sol como se saluda al amante el primer mes de relación. Caminé por Bogotá, fui a Cali, a Medellín--allí el barcelonés me abandonó por indignación--, y conocí al amor de mi vida mientras lloraba sola en la barra de un bar. Nunca más he vuelto a salir de Colombia. Tengo planeado volver a hacerlo en un futuro, pero nada es seguro. Ahora estoy feliz en el Sur, en mi puerta alumbrada por la luna y el sol, en mi esquina poblada por voces variopintas, y en mi ciudad única, irrepetible, del tercer mundo.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Una dosis de personalidad con Piedad Córdoba

Por Lucrecia Lautaro


   En Colombia las imágenes son extrañas. Patria igual a galería, a grosería. Acá, en la tierra de Fernando Vallejo y el Culebro Casanova, "si no te roban te matan", como dice un punk de la calle, o peor aún: te amordazan. Y lo que más ayuda a que nuestro pueblo se acorrale en un ruedo de malsanas posiciones es la falta de información, la ausencia de respeto por la vida y el descaro tropical que nos deja la malicia indígena. Acá van dos ejemplos de esa combinación explosiva.

    Cuando empezó el debate por la penalización de la dosis personal, muchos fuimos a la Plaza de Bolívar a poner nuestra cuota. Nos hicimos escuchar. Ahora el debate está más candente que nunca y la gente se une para evitar lo peor. La página www.dosisdepersonalidad.com, creada por los promotores de la marcha de hace unos meses, es un espacio en el que estas uniones, opiniones y reacciones se están realizando, y con mucha frecuencia y pluralidad, para que después no digan que todo fue un montaje.
    La manera de protestar es sencilla y lúdica: se graba un video y se cuelga en la página, se hacen comentarios, se escriben artículos, se cuelgan fotos, en fin. Todo con el objetivo de armar una red poderosa que sea capaz de poner el dedo en la llaga y decir oigan senadores obtusos y malparidos, acá estamos y no somos enfermos ni rateros ni locos y menos terroristas: somos personas que usan drogas y se divierten. Punto.
    Este tipo de apuestas sociales me parecen, en nuestra situación actual en Colombia, una forma de ser sinceros, hablar de frente y crear espacios de tolerancia. No de seguir con dobles morales y llenos de miedo, con la palabra guardada y la ignorancia brotada. Ojalá todos vean la página, se inscriban y hagan su aporte por la dosis de personalidad, a ver si logramos evitar que el policía entre a casa.
  
    Por otro lado quisiera llamar la atención sobre la nueva página de internet de Piedad Córdoba, www.piedadcordoba.net. A mí, como mujer pacífica, me gusta acatarme al destino que siento adentro y que me dice que la guerra de Colombia puede arreglarse con diálogo. Pero también, como observadora lúcida, tengo que darme cuenta de los abusos que de ese diálogo (o de sus intentos) hacen algunos políticos-vedette, como la susodicha Piedad, quien demuestra a leguas en su nuevo sitio web que sus brazos no sólo reciben secuestrados, sino también Chávez caídos de locura o calentura.
   ¿Qué hace esta vieja colocando una imagen en la que aparece cargando en las piernas a Bolívar, como si le estuviera cuidando la borrachera o la resaca dictatorial a un vecino que se cree la reencarnación del libertador?
    Total demostración de malicia indígena. Interés cuánto valés. Porque Piedad Córdoba habla mucho y es una señora muy contundente en su discurso, eso nadie se lo quita. Pero también pisa sobre la mina que está anunciada: ¿cómo sale con esa ilustración en la que claramente se ve su inclinación hacia el militar que más amenaza a Colombia? Y es que el veneloco no es cualquiera: nos declaró la guerra, es un dictador y el creador número uno de cortinas de humo del continente. Si hubiera en el mundo un concurso de realizadores de cortinas de humo, de seguro al chafarote calenturriento de Chávez le tocaría compartir medalla con Bush.

   Como lo dije al principio, en Colombia las imágenes son extrañas. La gente sale a la calle a protestar por las arbitrariedades legales de un estado. Y los senadores, aquellos padrastros de la patria boba que deberían de escuchar con más claridad esas protestas, lo único que hacen es votar a favor de la agricultura corrupta y apoyar al vecino loco. Mejor dicho, nos jodimos. Ni pan ni queso ni mierda.



 

jueves, 19 de noviembre de 2009

Al referendo le coge la noche

Por Chano Castaño




   El portal semana.com acaba de publicar un artículo en el que se establecen las 7 pruebas de fuego legales que tendrá que pasar el referendo para llegar a la meta. No es fácil la ruta, nada está seguro y tampoco todo está ganado. Con este gobierno lleno de mañas y artimañas no se nos puede hacer extraño que en pocos días, llegados todos de vacaciones de diciembre, salga a luz pública que el referendo fue aprobado, por una corte que se vendió en playas y banquetes. Esa misma corte es la que también le puede dar la puñalada al referendo--y la tiene merecida--.
   A fin de cuentas es demasiado difícil esclarecer un panorama, a sabiendas de que acá en Colombia las situaciones políticas y legales cambian de la noche a la mañana: de lo que no hay duda es que siempre viran a favor de las mafias, los carteles y la corrupción. Porque descender 5 escalones en la lucha internacional contra la corrupción a todos aterra, pero yo digo, CARAJO ¿ES QUE ESTABAN CIEGOS?
   Como decía el crítico intravenosos de Santiago Moure en El Siguiente Programa: "Bienvenidos los filibusteros, los ladrones, los corruptos, los asesinos, la gente de mal, los secuestradores, los mercenarios, los terroristas y los políticos macabros: Colombia los espera: es su paraíso".

sábado, 7 de noviembre de 2009

Contra la reelección de la represión (videoreportaje)

Por Chano Castaño






   The Journindie estuvo puntual en el Parque Nacional para marchar contra la reelección de Uribe. No éramos tantos como se esperaba pero tampoco fuimos una minucia humana. Había toda clase de personas, desde estudiantes que reclamaban más presupuesto para su universidad, hasta mayores que venían a poner su voz y paso. Entre chicotes, cantos, pancartas y consignas la marcha fue avanzando. Muchos se acercaron y se unieron, mas que todo en el tramo de la Séptima con calle 26 hasta la 7ma con calle 19. Los Esmad también fueron apareciendo junto a los policías motorizados. Iban atrás de la última persona de la marcha, a una distancia prudente. Hasta ese momento la protesta fluía tranquilamente.
   Cuando la gente alcanzó la Séptima con Av Jiménez el sabotaje se hizo presente. Primero salió un humo entre los manifestantes, luego sonó una papa-bomba y los gases volaron de un lado a otro sobre las cabezas de los que protestábamos. Fue el terror. La gente empezó a dispersarse hacia todos los lados, unos corrían por el callejón del Centro Cultural del Libro, algunos se subieron y bajaron por la Jiménez, y muchos se devolvieron hacia el sur por la Séptima.
   Era claro que el primer disparo lo hizo el Esmad. Todos lo vimos. La trampa ya estaba preparada. No nos iban a dejar pasar hacia la Plaza de Bolívar. El cerco de policías al ver acercarse la marcha desató el caos y dispersó la mitad de las personas. Los que quedaron fueron pocos y con el paso del tiempo se fueron dispersando. The Journindie estuvo allí entrevistando a ciertos personajes y recogiendo material para mostrar la verdad de lo que sucedió en la marcha. Ningún medio de comunicación se hizo presente. Por eso nosotros hicimos este reportaje en el que mostramos la otra cara de la moneda.


   

viernes, 6 de noviembre de 2009

e-reader: debate de electrodos


    


    Por Chano Castaño

 
    Que tire la primera piedra el que piense que las bibliotecas se van a acabar en el mundo.
    Estoy ileso.
    Sin llagas para que se vaya el odio a la tecnología, ni penitencias en deuda por el amor a la red.
    Y es que el tema de los e-readers y los e-books tiene al mundo en el debate más grande que la lectura haya generado en la historia de la humanidad. Los escuadrones de la muerte, casi todos geks nazis ecologistas, piensan que llegó la hora de parar de talar árboles pues prefieren estar todos los días sentados frente a una pantalla que les filtra el mundo. Y las camarillas de románticos, casi todos poetas bolañeros y ecologistas—en el siglo XXI malos, buenos, filibusteros y santos son ecologistas—, creen que si los libros de papel se acaban la experiencia genuina de la lectura se perderá para siempre. Yo no estoy de acuerdo con ninguno—aunque también siembre árboles, recicle y apoye la abolición del plástico.
   Hoy salió un artículo en el Washington Post en el que se hace un balance del debate pero desde los números. Según el estudio citado por el diario el e-reader se tardaría más que el i-pod en masificarse. A mi me parece que esa es una obviedad irrelevante. Todos sabemos que mientras se lee, se conduce, se cocina, se duerme, se tira, se acampa, se baila, se caga y se fuma, uno escucha música. Los libros no son igual—aunque una pantalla en el techo de tu baño te mostrara Borges o un i-phone te leyera la Divina Comedia mientras follas—, y no son igual porque se puede transformar, revolucionar y crear nuevos soportes, pero nunca cambiará la concentración que un buen texto nos genera ni la sensación onírica de su artilugio de palabras. Poesía es poesía, y Vicente Fernández, Los Beatles y Metallica son un lenguaje rico, estimulante, son música, y cualquiera los quisiera escuchar mientras pueda. Por eso muchos lectores agarrarían un iPhone primero que un e-reader y muchos no-lectores y no-melómanos bajarían primero un álbum de música que un tratado de filosofía.
    Para mí los problemas del e-reader van más allá de la lealtad al libro de papel. Puede que se solucionen con números que inventen mejores cosas, pero se tomarían un tiempo. El primero de ellos—y también obvio, como el apunte del Washington Post—, es que las compañías que comercializan los e-readers—y las que apenas lo están planeando, acá va una alerta—, se están enfocando de una manera errónea. Quieren hacer un simple lector electrónico con aplicaciones. Deberían de pensar, creo yo, en una máquina que sea laptop y también e-reader, que permita cargar música como un iPhone, hacer llamadas, navegar, filmar videos, hacer transmisiones. Podría ser exagerado esto, pero un e-reader que quiera satisfacer las demandas de un consumidor actual deberá ser como un portátil: nadie quiere más aparatos, más basura de metal—bueno, hay excepciones—, sino que muchos buscamos es comodidades tecnológicas en las que podamos albergar información, crearla y distribuirla. Ah, y muy importante, comercializar con ella.
   El siguiente problema va en contravía de los ambientalistas poetas que piensan que un e-reader salvará al mundo del calentamiento global. Siempre dicen, entre ciencia y periodismo, que si los libros no fueran de papel se haría el aporte más importante a la lucha contra la deforestación. Puede que estén en lo cierto. Yo no comparto la tala de árboles. Pero tampoco soy ciego frente a las características nefastas del e-reader. Si llevo maletas en el techo de mi coche y dentro de unas de ellas llevo mi Kindle y de casualidad llueve, seguramente al tratar de leer En la ciudad no llueve todos los días me encontraré con un charco de químicos que viajan por la pantalla. Un libro se secaría y listo. También pienso en si se riega un café sobre la pantalla o si se deja caer al suelo. Me atemoriza de sobremanera que mis libros, todos, estén a la suerte de un aparato que es débil ante el ambiente. Lo acabaría la lluvia, los apeñuscaría el sol y de paso, nadie podría poner algo sobre él como hacemos, siempre, los que tenemos mesa de cama repleta de libros que sostienen vicios.
   Una de las aristas más fuertes del problema que tiene el e-reader con el ambiente es la energía. Si se acabaran las imprentas la gente escribiría a mano sobre el papel, con cualquier tinta, y la escritura como práctica sagrada de la civilización seguiría dejando sus huellas en el tiempo. Para leer un libro de papel necesitamos saber descifrar símbolos estructurados a la luz de una vela o del día. Para leer un e-reader se necesita lo mismo pero, aparte, debes cargar una batería. Sin enchufes cercanos tu biblioteca se muere, desaparece. Un libro de papel podría acompañarte hasta el último minuto sin costarte nada. Me pregunto siempre (después de pensar que el sol ha visto crecer y morir miles de planetas): ¿Qué pasaría si un apagón desconecta las bibliotecas digitales públicas y privadas de una metrópoli por tiempo indefinido? ¿Qué sucedería con toda la memoria digitalizada si el planeta sufre un colapso enérgico que haga resetear el sistema?
  


   EDITORES DEL PODER

   En esta discusión los editores opinan, son temerarios, y cobardes como cualquiera que ve acercarse lo que no conoce muy bien. Yo creo que—y sigo la línea de muchos pensadores del tema—los editores, con e-reader o con lo que sea, no dejarán de crear, seleccionar y mejorar contenidos. No deben temer sino aprovechar. Lo que llega es una oportunidad de negocio como nunca antes la había tenido el mundo editorial, porque ya las grandes editoriales no serán un emporio y sí los buenos editores serán una virtud. Si un editor tiene una página donde recibe textos, negocia mercados, establece tarifas, corrige en conjunto, distribuye y escribe, de seguro va a ser un editor más libre que los de ahora, tanto económicamente como intelectualmente. El soporte digital acaba la maquinaria costosa y ayuda a crear empresa con pocas herramientas. Empresa editorial sobretodo, que, como todos sabemos, es difícil de sostener con escaso capital.
   Las que sí deben temer son las grandes editoriales. Si no reciben la era digital con un espaldarazo ella les dará una patada en el culo. Cuando se masifique el e-reader—que pasará, tarde o temprano—, también disminuirá la venta de libros impresos. Es una lógica de mercado. Y los emporios planetarios y de toda calaña, verán disminuir sus activos, oirán el rumor de que los editores independientes son cada vez más y que vienen por todo, percibirán a los escritores que, en auge de independencia y ganancia económica, se largarán a sacar libros por todo el mundo. Entonces podrán mantener algún atisbo de grandeza del pasado, pero les tocará entregarse a las nuevas formas y al nuevo soporte que, sin lugar a dudas, liberará a escritores, editores y traductores, y a todo aquel que siempre ha creído que sus palabras no valen por culpa del control que el mainstream letrado ejerce sobre la literatura.
   Lanzaré un supuesto hiperbólico que, como todo lo voluble de esta realidad, podría volverse cierto. Si las editoriales grandes, los emporios de información, las marcas de informática y los estados del mundo, sean democráticos o no, crean una plataforma de control para el internet, habría en peligro más que debe consternarnos a todos. Y no es miedo de que el porno hecho en Medellín con rumbo a Japón se acabe. Es que los escritores no pueden perder la libertad. No pueden rendirse ante una máquina fragmentada que dice qué puede haber en los e-readers y qué no. No pueden agacharse a los tapabocas de los estados y los grupos, porque si eso ocurre la red imitará con todos sus vicios al mundo real—aparte de que ya los exagera. Los e-readers deben consolidarse como una oportunidad de liberación de la información, no como una herramienta de control sobre lo que se piensa. Y la única manera de evitarlo es previniéndolo, alertando al mundo sobre lo que podría pasar bajo las cuerdas grises de la historia.
   Es precisamente ahí donde tenemos que ser más calculistas. La oportunidad de conectar el saber del mundo es la respuesta, colectiva y singular, de que el e-reader será un objeto imprescindible. Pero lo que ahora importa es no olvidar que este debate sobre la lectura es el más grande, el que más ha involucrado personas, el que más ha escuchado versiones, el que más a dejado hablar a los otros. Y es así por una razón muy sencilla: está conectado.
    

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La Cita Pública




   Por Bicario Texeiro   

   Una era informática. La red que pesca todo. Babilonia del siglo XXI. Ciberespacio. Internet. Cualquier nombre. ¿Importa? 
   Un lugar común dice que sí, porque el nombre es una de las fichas esenciales del juego del lenguaje. Otro lugar común no habla porque cree en una imagen, la de un mundo artificial, sin naturalidad, acechado por desiertos y pantallas. Y un lugar común más, dice que el mundo del futuro va a ser ambiental, pacífico, sin errores ni torpezas que nos acaben. 
   Yo creo que todo eso (ciencia, arte, destrucción, ilusión), es una argamasa que la red transforma una y otra vez. La información inunda las pantallas. Los libros van a cambiar porque ya un libro no sólo está compuesto de palabras que nos den 10.000 imágenes, sino de mixturas creativas que sean capaces de usar el hipertexto como soporte nuevo a la escritura. Las artes plásticas, la arquitectura, el diseño y el cine, ya son pasajeros continuos en los ámbitos tecnológicos. Y ninguna de las artes va a quedarse por fuera, porque lo que se viene afectará tanto el ámbito creativo como a la cultura misma, sin decir cuánto más a la psicología y valores (en el sentido de valores de los lenguajes) del humano, quien individualizará más su creatividad e intercambiará más información. 
   La humanidad desarrolla su presente sobre plataformas extrañas, llenas de elementos líquidos que van y vienen. No sabemos que pasará porque el futuro no es de nadie. Pero tal vez lleguemos a saber cuánto nos queda, quiénes no somos y si hubo o no alguna misión. La tecnología está re-armando a la humanidad, a cada segundo la dota con otra aplicación, herramienta o programación. ¿Entre todo eso perderemos nuestra esencia? Me apego a los versos del artista plástico Hernando Carrizosa, depositados en su poema Convocatoria, del libro Asfaltario. 

Saludo 
Habitantes del ahora
Peregrinos del silencio 
Ilusos caminantes
La pupila ingenua
Irisado nervio
Autómatas de esperanza incierta
Sonrientes
Alterados
Combatientes de sí mismos
Provocadores
Del sexo
Frío y aquilatado
Promotores
De fantasías desequilibrantes
Traficantes de ilusión
Cíclopes solitarios
Guardianes de área restringida
Oficiantes del gesto y la palabra
Malabaristas de andén
¿El siniestro?
El idiota, el gris
El transparente y el alucinado
Todos sean bienvenidos
A esta cita pública. 
  
 La humanidad conectada es encuentro masivo, público. Encuentro continuo que está lleno lleno de rostros fantasmales y cambiantes (fotos, avatares, nicks); de datos cruciales, elementales y cotidianos (blogs, chats, foros); y  ahogado en opiniones volátiles y piratería versátil, ese encuentro cada vez nos enriquece si sabemos cómo acudir a él. Pero ahí radica su desventaja. El talón débil de un titán extraño: para ser usado tiene que ser aprendido. Y no todos aprehenden por diferentes circunstancias. En Europa y Estados Unidos la mayoría de la gente sabe usar un computador; pero en Latinoamérica, África y partes de Oriente, la minoría de la gente sabe hacerlo. Peor aún, saben muy poco de los alcances del internet. La situación es incierta y alérgica, porque el desarrollo podría venir--para algunos--entre laptops, reproductores y teléfonos, y para otros debería llegar con políticas agrarias (corruptas), guerra y (mala) educación.
   Estas posturas en el debate de la tecnología dentro de lo social me parecen inocuas. 
Primero porque hay que ver lo que sí es posible, es decir, generar cambios económicos, culturales y políticos desde las tecnologías que se integran a la sociedad. La campaña de Obama lo demostró, los miles de portales exitosos económicamente lo hacen cada día, y el conocimiento cada vez expande más sus alas, sus debates y posturas entre la web. Esos cambios, por ejemplo, podrían ser oportunidades de negocio para miles de personas que no pueden salir del hogar por diferentes razones, para otros que no hayan hecho una carrera, para los que quisieran sobrevivir sin ayuda de nadie, para todos esos académicos indies que quieren sacar sus propias teorías y mostrarlas al mundo, para todos esos artistas que no tengan una galería, un agente, un público. La lista de beneficiados es larga. Pero lo que importa es que, si la gente interactua de diversos modos en las redes--ideas, dinero, métodos, industrias--habría cambios circunstanciales en la situación actual de la sociedad. Porque como dice la Convocatoria: "El transparente y el alucinado/ todos sean bienvenidos/ a esta cita pública."
   


Lo innegable

    Más allá de la tecnología que pueda ayudarnos a conectar todos nuestros alcances, hay efectos ambientales, políticos y económicos que deben ser tenidos en cuenta. Por ejemplo la chatarra tecnológica. Hay marcas de computadores que hacen máquinas para que duren menos de dos años, como marcas aún más ordinarias que con mano de obra barata producen y producen piezas, sólo para ver que al año ya no sirven y se convierten, triste y fatalmente, en basura maléfica. Esto es un problema serio. El planeta es un ser vivo como nosotros: siente nuestro grito destructivo, la mano que la protege  y la velocidad de nuestro devoro. 
   También, en este ambiente tecnológico está el problema político de la autoridad. Sabemos de sobra que el internet ha sido oportuno para la expresión libre de personas reprimidas--los blogeros de Cuba--, así como de inmensas movilizaciones que han sucedido gracias a las redes y los mensajes. Conocemos de sobra que hay controles jurídicos en la red, que firmamos acuerdos y aceptamos condiciones. También nos hace felices que cada vez haya más información útil para escuchar, ver y leer, y que podamos comunicarnos sin mucho esfuerzo con lejanos amigos y familiares. Pero eso, de alguna manera, no es tan bonito. 
   Los gobiernos controlan la red, los emporios censuran contenidos, los informativos distorsionan la realidad, y cualquier cosa podría ser eliminada, por una mano oscura, de nuestro computador, teléfono o reproductor. No es tanta la libertad que se promulga realmente porque de alguna manera hay alguien que sigue teniendo el control para favorecer intereses. Y nuestra misión será liberar con ingenio a la masa de exploradores sin rumbo, a todos los que creemos que acá hay una oportunidad, un renacimiento, un giro de la esfera que nos contiene.