martes, 16 de noviembre de 2010

Dormir em tiempos de invierno

Por Chano Castaño



Bogotá parece uno de esos valdes llenos de agua que resiste la gotera eterna de la casa. En apartamentos, hogares, chosas, sitios play, bodegas, puestos de trabajo y automóviles, hay goteras. Y Bogotá es una ciudad rota por donde se le mire; las calles son el clamor del apocalipsis, las ratas abundan por el desempleo que no quiere ver ganar a nadie, y los políticos de turno saquean como unos reyes que huyeran ante la guillotina. No les va a suceder nada. Samuel se irá invicto. Vendrá otro peor, otro mejor, pero el daño ya estuvo. La ciudad retrocedió y tendrá que volver a empezar en algunas cosas. Lo único que se mantiene, como siempre, es su agua, sus goteras en el cielo, sus lluvias que no dejan dormir a miles de indigentes, o que los matan del frío,  esos torrentes estarán para siempre, y son el símbolo de una ciudad a la que todo le cae como un valdado de agua fría.


En medio de todo el H2O helado que nos cae, pienso en muchas cosas. En mi cuarto hay un colchón de repuesto tirado, sin usar. Cuando lo veo imagino la cantidad de personas que no tienen dónde meter su cabeza, y que tienen que recurrir a quien sabe qué tipo de cosas para evadir la frialdad del líquido vital y su vaho congelador. Es mejor que llueva, será nuestro fin cuando no sea así, pero estos helados aguaceros de seguro se están llevando más habitantes de la calle que la limpieza social.

Muchos de nosotros dormirmos en nuestro cuarto en la comodidad de un recinto cubierto y protegido. Otros apenas tienen un pedazo de cartón, un par de costales, unas cobijas llenas de agua, una parada debajo de un techo postizo. No hay dioses, pero hay que agradecer que dormimos bajo un techo en estos tiempos de lluvia. Es delicioso y doloroso, por lo menos en mi caso. No puedo dejar de pensar en aquellos a los que un techo apenas les cubre en sueños.