miércoles, 24 de marzo de 2010

Moncayo y NIcolás Castro, bienvenidos a la libertad

Por Lucrecia Lautaro


   El profesor Gustavo Moncayo no tiene más callo para caminar, ni tampoco más dinero para hacer política, pero ya nada es necesario: su hijo vendrá a casa en las próximas horas. Con Inpiedad Cordoba en medio gritando cordenadas de seguro la entrega penderá de un hilo siempre, pero hay que confiar en que los secuestrados regresen con vida y salgan del infierno. Sabemos que muchos aprovecharán el pantallazo--Uribe, Inpiedad, los candidatos--, pero no debería importarnos ese típico traginar del secuestrado liberado, sino el hecho de que se termina un nefasto capítulo en la vida de unos colombianos que han perdido más de 10 años de su vida.
   Nicolás Castro es otro personaje de esta realidad convulsa colombiana que pronto volverá a la libertad. El juez comprobó lo que se sabía hace rato: que las pruebas eran en su mayoría manipuladas por Jerry y su sanedrín de draculas jurídicos. La cara que tenía el abogado de Jerry lo dijo todo, su pena, su verguenza. Más de 3 meses duró el estudiante de artes en la cárcel, tiempo suficiente para que esta patria de mala memoria no lo olvidara y siempre estuviera al tanto de su situación. Al menos en sus audiencias, en las que siempre estuvo The Journindie, se percibió grupos de estudiantes de la Tadeo, gente que lo conocía del colegio, profesores, amigos personales, opositores interesados en la situación, en fin. Lo más llamativo ha sido el ramillete de féminas que sigue también las audiencias de Nicolás, que siempre lo esperan a que baje del camión del Impec cantando "!capullo, capullo, todo lo que tengo es tuyo!".
   Colombia es un país donde la libertad no se obtiene al nacer, sino al acumular dinero y poder. Aunque el peligro de ser secuestrado disminuyó notablemente de unos años para acá, es evidente el temor a expresarse libremente contra el Estado, sus representantes y defensores, y es más evidente aún el cagadón de miedo que produce estar parado en la calle de una ciudad cualquiera--pero que sea en Colombia--a las 4 AM. No todos creemos que nos robarán, sino que estamos seguros. Cali, Medellín, Bogotá, Manizales, Armenia, Pereira, Cúcuta, Cartagena: todas urbes prósperas citiadas por el hampa.
Y es que ser libre es poder salir a a la calles y caminar hasta que se me de la gana sin el temor de ser asesinado o violado, ser libre es pararme en una calle y repartir escritos que digan que la iglesia es una mierda, la academia una pomplamuza y Santos un demonio superlativo; ser libre es comer todos los días algo fresco y hecho con amor, escuchar música para relajarse de un día ajetreado, mirar a los ojos a la persona que amas cuando te levantas para seguir la vida. Y eso no se consigue siempre con billetes y una corona: eso simplemente pasa, porque los humanos nos inventamos la libertad para honrar nuestra vida, no para desmejorar las posibilidades que tenemos sobre la Tierra. Colombia es un país donde la libertad no se obtiene sólo con dinero y poder: también se gana con el pulso del andar.

  
  
  

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